Un grupo de especialistas en lectura de diversas universidades europeas ha publicado recientemente en Le Monde un manifiesto para que quienes se dedican a la enseñanza y la investigación hagan hincapié en la lectura intensiva. Los autores califican esta actividad como la herramienta más importante para desarrollar el pensamiento analítico y crítico, esencial en una cultura democrática. Por eso, lamentan que se descuiden los libros y se favorezca la brevedad de los textos.

Motivar a los alumnos es un gran reto pedagógico, frente al declive de las competencias lectoras. Además del aprendizaje y del desarrollo de la propia personalidad, explican los autores, la participación activa en la vida democrática exige aguzar la capacidad de leer, mucho más que un mero desciframiento de textos. Internet permite acceder a infinidad de contenidos audiovisuales y textuales con sólo pulsar un botón. Pero esto no significa que ciertas habilidades y formas de lectura sean reliquias de una era analógica en vías de desaparición: en particular, el libro y la lectura intensiva que fomenta.

En un entorno social cada vez más complejo –señala el texto–, los ciudadanos deben ser capaces de distinguir la fiabilidad de las fuentes de información, y de aplicar con flexibilidad su capacidad lectora a diferentes contextos. La lectura intensiva entrena la atención y la resistencia cognitiva, amplía el vocabulario, fomenta el desarrollo de habilidades conceptuales, desafía los prejuicios.

Según los firmantes del manifiesto, la lectura de textos largos –libros– agudiza la percepción y desarrolla las habilidades lectoras. Enseña a esbozar interpretaciones, detectar contradicciones, prejuicios y errores lógicos, así como descubrir los complejos y frágiles vínculos entre textos y contextos culturales, esenciales para el intercambio de juicios y sentimientos humanos.

La lectura intensiva y crítica es el instrumento más importante para el pensamiento analítico y estratégico. Permite contrarrestar las simplificaciones populistas, las teorías conspirativas, la desinformación, la manipulación.

A menudo –comentan los firmantes del texto–, en la escuela se considera la lectura como un problema que conviene simplificar. Pero esa complejidad refleja la radical complejidad humana. Y la lectura intensiva fomenta el pensamiento analítico y la toma de decisiones. No basta con asegurar las competencias funcionales e informativas básicas, descuidando la importancia, para toda la vida de las prácticas de lectura intensiva y las competencias lectoras avanzadas.

Por otro lado, los autores piden que la medición de la capacidad lectora vaya más allá de pruebas estandarizadas: incluir datos cualitativos y descriptivos, para evaluar con detalle esas competencias avanzadas.

En concreto, las investigaciones sobre la lectura deberían ampliar su foco, integrando conocimientos de disciplinas que estudian el comportamiento informativo, la atención, la neurociencia, el diseño y uso de los medios de comunicación. Es necesario desarrollar programas de investigación que reúnan diferentes perspectivas y combatan la fragmentación de los resultados.

El futuro de la lectura influye en el futuro de la sociedad. Los responsables políticos deberían ser conscientes. Porque, como escribió la novelista canadiense Margaret Atwood en 2012: “Si no hay lectores y escritores jóvenes, pronto tampoco habrá lectores y escritores mayores. La cultura de la palabra escrita habrá muerto, y también la democracia”.

Fuente: Aceprensa